En la provincia cordobesa la única localidad que contó con una imprenta estable durante el siglo XVII fue Montilla. Su precursor fue Juan Bautista de Morales (1577-1634), un montillano –a quien hoy llamaríamos emprendedor– que adquiere en Sevilla una máquina de imprimir con todos sus utensilios, en 1622. El nuevo ingenio lo instala en su propia casa, situada en la actual calle Sánchez-Molero.

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Lecturas interesantes:

La aparición de la imprenta y su llegada a Montilla, por Antonio Luis Jiménez

La invención de la Imprenta con tipos móviles de metal supuso uno de los avances tecnológicos y culturales más importantes de la humanidad. Ideada por Johannes Gutenberg hacia 1440, constituyó la evolución de la mentalidad medieval hacia el Renacimiento y aceleró la transmisión del Humanismo por toda Europa. La primera publicación, fruto del tesón del orfebre alemán, fue la Biblia de 42 líneas, cuya primera estampación estaba terminada en 1455.

La imprenta fue introducida en España a través de Italia, en el último tercio del siglo XV. Fue el obispo de Segovia, Juan Arias Dávila, quien solicita al impresor Johannes Párix que se instalara en esa ciudad castellana. En 1472 imprime el Sinodal de Aguilafuente, una obra que recopila los acuerdos tomados por los eclesiásticos segovianos para mejorar la vida religiosa de aquella diócesis, el cual está considerado el primer libro impreso en España.

Los primeros impresores llegados a la península ibérica eran alemanes y en los inicios itineraban por las ciudades y lugares que demandaban el nuevo arte de la «letra de molde». Será en las décadas finales del siglo XV cuando ciudades como Zaragoza, Valencia, Barcelona, Sevilla, Salamanca o Burgos ven aparecer sus primeros talleres tipográficos estables.

En el siglo XVI eran pocas las ciudades hispanas que podían presumir de tener una imprenta, símbolo de la riqueza sociocultural de una población. La expansión de este ingenio fue lenta y costosa de introducir en urbes que no eran centros importantes de actividad política, comercial o universitaria.

En Córdoba no se establece un impresor hasta 1556, año en que llega a la ciudad Juan Bautista Escudero, probablemente atraído por el recien fundado Colegio de la Compañía de Jesús, el primero que la institución docente ignaciana erige en Andalucía gracias al mecenazgo de la II marquesa de Priego, Catalina Fernández de Córdoba.

En la provincia cordobesa la única localidad que va a contar con una imprenta estable durante el siglo XVII será Montilla, que en ese tiempo es una villa habitada por unas 10.000 personas.

La iniciativa parte de Juan Bautista de Morales (1577-1634), un montillano –a quien hoy llamaríamos emprendedor– que adquiere en Sevilla una máquina de imprimir con todos sus utensilios, en 1622. El nuevo ingenio lo instala en su propia casa, situada en la actual calle Sánchez-Molero. Para poner en marcha el taller tipográfico firmará un contrato de un año de duración con el portugués Manuel Botello de Payva, uno de los oficiales de imprenta empleado en el obrador hispalense de Gabriel Ramos Bejarano, que se traslada hasta Montilla para iniciar los trabajos.

La relación entre Bautista de Morales y Ramos Bejarano se origina en 1621, cuando nuestro paisano le encarga la impresión de su obra, Jornada de África del Rey don Sebastián de Portugal. Durante la preparación de este libro en Sevilla acordarán la compraventa de la máquina y sus aparejos de estampar que llegará a Montilla.

Juan Bautista de Morales es hombre culto y polifacético. Además del castellano, domina el latín y el portugués. Tiene amplios conocimientos de Historia, Religión y Derecho, lo que le permite ejercer la profesión de su padre, «notario apostólico» del obispado de Córdoba, y adquirir dos oficios de «procurador de causas», en Montilla. También desempeñará diferentes cargos municipales, tales como el de «padre general de menores» y «comisario del erario público». Aparte de estar empleado en todas estas tareas, desarrolla su vocación literaria como escritor, traductor y editor.

Por ello, en 1621 ha reunido las oportunas aprobaciones y licencias de las autoridades para publicar la Jornada de África, una crónica de contenido histórico, y al mismo tiempo se propone sacar a la luz Corte en Aldea y Noches de Invierno, un tratado de cortesanía escrito en portugués por Francisco Rodrigues Lobo y traducido al castellano por el propio Bautista de Morales.

Ese año, firma un convenio en Córdoba para publicar este tratado con el mercader de libros Diego de León y el impresor Salvador de Cea, cuyo acuerdo no se llega a materializar por incumplimiento de este último. El incidente lo solventará Bautista de Morales completando la impresión en su taller tipográfico de Montilla, recién instalado, por tanto consideramos este libro como el primer texto impreso en nuestra ciudad, hace ahora 400 años, como indica su pie de imprenta.

Desde ese momento, la imprenta de Juan Bautista de Morales estampa numerosas obras de diversa temática. Asimismo, recibe encargos del marqués de Priego, como quedará especificado en la portada y colofón de cada impreso, del Colegio jesuita de La Encarnación, de los conventos montillanos, de los escribanos públicos, y de numerosos particulares de Córdoba y Sevilla, principalmente.

A partir de 1624, finalizado el convenio anual entre Bautista de Morales y Botello de Payva, el portugués decide establecerse como impresor independiente, lo que provocará la insólita peculiaridad de la existencia de dos talleres tipográficos en la villa durante varios años.

En 1628 Manuel de Payva se traslada a Antequera, ciudad que en esos momentos demanda un establecimiento tipográfico. Por su parte, Juan Bautista de Morales continuará su labor editora hasta su muerte, acaecida en 1634, año en que está fechada la última obra impresa en Montilla que conocemos.

Breve reseña biográfica

Juan Bautista de Morales nace en Montilla en 1577. Fue hijo de Juan Baptista y de Leonor Rodríguez de Morales. Desde su nacimiento se encuentra rodeado de un ambiente letrado y humanista, ya que su padre ejercía los oficios de notario apostólico y procurador.

De su infancia y juventud se tienen pocas noticias. Con toda probabilidad se educaría en los colegios jesuitas de Montilla y Córdoba. En 1596 contrae matrimonio con Inés de León, del que nacen sus tres hijas: María, Ana y Magdalena.

Durante una temporada reside en Aguilar de la Frontera, junto a su hermano Cristóbal que practica allí la docencia, desempeñando diversos empleos comisionados por el marqués de Priego. En 1618 fallece su padre, motivo que le hace regresar a Montilla, donde en adelante ejercerá los oficios y empleos públicos que hemos referido anteriomente.

Avecindado en su tierra natal, comienza a desarrollar sus facetas literaria y editora, además de instalar la imprenta, como ya hemos visto, que regentará hasta su muerte. En los últimos años de su vida, procurará que sus descendientes mantengan activo el taller tipográfico, aunque no parece tener continuidad dado que no existen impresos que así lo confirme.

A pesar de ello, el período que va desde 1622 hasta 1634 no deja de ser un reflejo evidente de la relevancia social que Montilla viene experimentando desde el siglo XVI, auge que se verá confirmado cuando el Rey Felipe IV otorge a la villa el título de ciudad, en 1630.

El próximo mes de octubre se cumple el IV centenario de la llegada de la Imprenta a Montilla, un hito que nos recuerda una vez más el florecimiento cultural de nuestra ciudad en el Siglo de Oro español, cuando disfrutaba del mecenazgo señorial que ofrecía la capitalidad del poderoso marquesado de Priego y ducado de Feria.

 

Antonio Luis Jiménez Barranco

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