La Concejalía de Cultura trae a Montilla el proyecto ‘Poesía de pueblo en pueblo’ como un encuentro poético y musical con la participación directa de vecinos y vecinas
La Concejalía de Cultura trae a Montilla el proyecto ‘Poesía de pueblo en pueblo’ como un encuentro poético y musical con la participación directa de vecinos y vecinas
Decía Lorca que la “poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”. Y fue ese misterio el que se apoderó anoche del corazón histórico de Montilla gracias a la actividad Poesía de pueblo en pueblo, que hizo de la plazuela de la Inmaculada su última parada.
Bajo la conducción de los poetas Felicidad González y Germán Terrón, la actividad acabó siendo un encuentro poético y musical con la participación directa de vecinos y vecinas que se atrevieron a leer en público algunos sus poemas. Fue el caso de Mariano, que a sus 84 años se estrenaba en la exposición pública de sus composiciones con unos versos dedicados a Montilla. O el de Antonio, más ducho en estas lides, recitando una de sus estrofas más reivindicativas.
Poesía de pueblo en pueblo viene a dar continuidad a la querencia de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Montilla por la poesía. Y es que el departamento que dirige la edil Sole Raya mantiene su apuesta por hacer del entramado urbano de la zona con más antigüedad de la ciudad el mejor escenario para hacer poesía, pare leer poesía.
Y son este tipo de recitales, donde la poesía tutea a la ciudadanía a pie de plaza, los que “activan los procesos sensitivos y creativos que subyacen en todas las personas, independientemente de la edad o nivel intelectual”, eso aseguran sus promotores, que subidos a este proyecto de Poesía de pueblo en pueblo recorren esa España rural, alejada de las grandes capitales, para combatir la etiqueta que considera a la poesía una cultura de minorías.
En Montilla, la lectura de los poemas escritos o elegidos por la propia ciudadanía tuvo en la guitarra y la voz de Amarela Cantautora el acompañamiento perfecto para una veraniega tarde desvanecida, que a eso del tercer o cuarto sorbo del misterio que apreciaba Lorca se mecía con el aire típico de la cercana calle Santa Ana. Por suerte, justo para su día del 26 de julio, reservaba una brisa fresca de esas que alegran una noche verano.