El Ayuntamiento de Montilla estrena un taller formativo para ofrecer a niños y jóvenes un primer acercamiento al arte de la venencia y los oficios tradicionales de la bodega
A falta de cuatro años para cumplir el medio siglo, la afirmación a la que recurrió Fernando Fernán Gómez para titular una de sus obras teatrales por excelencia, ‘Las bicicletas son para el verano’, mantiene su espacio entre el imaginario colectivo. Aquel deseo del protagonista por tener una bicicleta que nunca acababa de llegar a su familia, en Montilla bien pudiera confundirse con el anhelo, presente desde hace años, por crear una escuela de jóvenes venenciadores.
El Ayuntamiento de Montilla acaba de dar un paso decisivo. De la mano de los venenciadores Aurora Luque y José Manuel Ruz, la Concejalía de Juventud incluía entre su oferta formativa y lúdica del Verano Divertido un taller de venencia y la respuesta no se ha hecho esperar. 15 alumnos, de entre 8 y 14 años, participan este mes de julio en la actividad y otros tantos lo harán en agosto, con el patio del Centro Cultural Alcalde Antonio Carpio convertido en un improvisado rincón bodeguero.
“Mi objetivo al principio era que todos los niños que vinieron el primer día porque sus padres los trajeron, quisieran volver al día siguiente”, reconoce con cierto miedo Aurora Luque, a la que es difícil verla, e imaginarla, lejos de su venencia. Estos días disfruta de su pasión sabiendo que su mirada sobre el oficio encuentra la respuesta confidente en una chavalería sorprendentemente ilusionada con el taller.
Y entre idas y venidas del agua de las venencias a los catavinos, las mañanas de verano pasan. El arqueo del brazo, la altura de las manos, la posición de los pies y el equilibrio corporal conforman la destreza de un oficio que, como tantos otros aspectos del mundo del vino local, parece amenazado de caer en el olvido.
Para el concejal de Juventud, Manuel Carmona, las fuerzas no pueden fallar cuando “de enseñar la cultura de Montilla” se trata, porque debemos de evitar que “ciertas profesiones se nos vayan y se pierdan”, vinculando este taller a esa estrategia que desde el Ayuntamiento montillano se implementa, de un tiempo a esta parte, en torno a preservar los oficios artesanales.
Pero no sólo de la venencia vive esta actividad formativa. El alumnado aprende también, de forma sucinta, los diferentes vinos generosos de la zona a través de catas olfativas y visuales, maridadas con golosinas y frutos secos, que les brinda un primer acercamiento a esos sabores que descubrirán en unos años. También forma parte del programa didáctico saber cómo es el trabajo en una bodega y descubrir el misterio de la transformación de la uva en vino, así como el vocabulario específico que rodea parte de la esencia de los caldos generosos de Montilla-Moriles.
Tanto Ayuntamiento como formadores sitúan los verdaderos objetivos de este taller más allá de proponer una divertida forma de caminar por las vacaciones de verano. Pretenden crear un vínculo entre la venencia y sus jóvenes venenciadores que arraigue en el tiempo y que sirva, por ejemplo, de cantera para el concurso de arte en el oficio que cada año se convoca en torno a la programación de la Fiesta de la Vendimia.
Y a la espera de que este gusanillo por la venencia surta efecto, la clase se despide con un brindis. Con agua, pero con brindis. Que tampoco viene tan mal un trago de agua con estas calores. Salud.